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Ma’ Monserrate “Apoto” González - Obá Tero

De las tres Olosha, las leyendas que rodean la vida y las actividades de Oba Tero en Matanzas, representan la fuente más rica de información. Con toda probabilidad. Oba tero era la mas vieja de las 3, aunque es imposible saber exactamente cuando nació. Muchos especulan que ella estaba bien pasada de los 100 años cuando murió en 1907 y todos están de acuerdo que su muerte fue por causas naturales y vejez. Es altamente probable que Oba Tero fuera de la religión Egbado de La tierra Yoruba y fue traída a Cuba como esclava. Sus descendientes convienen que su nombre Yoruba de nacimiento era “Apoto” y que era Oba Tero “El rey de gran calma”, era el nombre que le dieron cuando ella fue ordenada en su Egbado nativo a Shango, el Orisha del trueno, el patrón de Oyó y posiblemente uno de los reyes del imperio.

Según la tradición oral, Oba tero llegó a Cuba alrededor de los mediados del siglo XVII, posiblemente entre los 1840 o los 1850. Debido a los esfuerzos de Gran Bretaña de terminar con el comercio trasatlántico de esclavos, ella pudo haber pasado de contrabando a la isla en una de las muchas naves esclavistas clandestinas que transportan esclavos africanos ilegalmente en esa época. De ser así su experiencia habría sido similar a la de Soledad Crespo, una conocida sacerdotisa lukumi de Obatala que viajó a Cuba vía Sierra Leona y fue pasada de contrabando a la isla, probablemente ocultada dentro de un barril. Nada se sabe sobre los años iniciales de Oba Tero en la isla. La mayoría de los informadores acentuaron que ella había sido una esclava en una plantación de azúcar, sin nombre, posiblemente en la provincia de La Habana, aunque una fuente insistió que Oba Tero había sido llevada directamente a Matanzas y no a La Habana. La dureza de la vida de la plantación pudo haber sido una razón por la que ella era renuente a hablar sobre los primeros años de su vida en Cuba con sus descendientes. O, si ella lo discutió, pudo haber sido considerada como irrelevante por sus descendientes y cualquier detalle que se pudiera haber sabido, ha sido largamente olvidado.

Aunque los detalles de la vida de Oba Tero bajo esclavitud hayan caducado de la conciencia de sus descendientes religiosos, el orgullo que toman sobre su lugar de nacimiento es extremadamente fuerte. Es aceptado universalmente que Oba Tero nació en Egbado. En Matanzas, donde su herencia conserva mucha de su pureza original, el linaje y sus tradiciones fueron continuadas por la heredera religiosa inmediata de Oba Tero, Fermina Gómez (Oshabi) hasta 1950, y desde entonces por los descendientes de Oshabi, incluso hoy, cuando los miembros del linaje discuten cuestiones referentes a la autenticidad religiosa y los acoplamientos del grupo a África, estos continúan siendo fuente de muchas calurosas discusiones y acentúan que son lukumi Egbado y que Oba Tero fue llevada de Egguando. Esta contención es apoyada por la existencia, dentro del ilé osha de Oba Tero, de los Orishas que se consideran tener origen Egbado.
Oba Tero probablemente adquirió su libertad a finales de los 1860, después de lo cual ella fue para La Habana, dejando detrás la plantación y los recuerdos de su sistema de trabajo inhumano. La ciudad ofreció a ex –esclavos muchas posibilidades en términos de empleo y supervivencia. Se data de la presencia de Oba Tero en La Habana a los comienzos de los 1870, cuando ella y su marido Ño’ Julio dirigieron un cabildo en Guanabacoa. Alrededor de este tiempo, Ño Julio puso en servicio un sistema de tambores Batá para el cabildo de los constructores de tambores famosos de La Habana Ño’ Juan “El cojo” (Añabi) y Ño’ Filomeno García (Atandá).

En el último trimestre del siglo XIX, Oba Tero vivía en la calle Daholz en el barrio Alturas de Simpson, en la ciudad de Matanzas, un lugar que muchos Olorishas consideraban el corazón de África de Matanzas. Cuando julio y Monserrate cerraron su cabildo en Guanabacoa y salieron para Matanzas, tomaron con ellos los tambores egbado y el juego de tambores Batá que Añabi y Atandá habían construido. El misterio rodea el viaje de los tambores y una anécdota mantiene que después de la muerte de Julio, el sistema de tambores Batá desapareció sin rastro. El misterio se complica por el testimonio de los descendientes religiosos de Oba Tero, que parecen no saber que paso con ellos. Algunos incluso disputan o niegan su papel de haber llevado los tambores Batá a Matanzas. Hay evidencia documentada que establece el uso de los tambores Batá en una celebración que ocurrió en el Cabildo Santa Bárbara el 4 de diciembre de 1873: “Un inspector de la ciudad de San Francisco informó al gobernador civil de la ciudad de Matanzas sobre un incidente significativo en el Cabildo lukumi Santa Bárbara, situado en la calle de Manzaneda, en la esquina de Velarde, donde Ño Remigio Herrera (Addeshina) tocó tres tambores extraños que él llamaba Batá, en las celebraciones del 3 de diciembre.


El movimiento de Oba Tero a Matanzas se pudo haber propulsado por una serie de escaramuzas competitivas entre los Olorisa Lukumi de La Habana en la segunda mitad del siglo XIX. En lo que se denomina como la División de La Habana, se dice que cierta fricción surgió en La Habana entre Oba Tero y una sacerdotisa de Oyó de otro ilé Osha de la Habana, la distinguida Latuán. Durante este periodo, los pocos cabildos lukumi que existían en La Habana eran dirigidos sobre todo por iyalorisa emancipadas, posiblemente de origen egbado, quienes representaban a los primeros Yorubas traídos a Cuba a finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. En África, las mujeres habían desempeñado un papel instrumental en el ritual religioso Lukumi/Yoruba; en el palacio de Oyó, por ejemplo, 8 iyalorisa, con títulos de Dama, se dedicaban a atender los deberes religiosos y las necesidades de Alafin. Por los 1860, estas iyalorisa, que habían sido transportadas como esclavas a Cuba, manejaban mucho poder de la comunidad Lukumi y no hacían esfuerzo alguno de ocultarlo. La Regla de Osha Lukumi que se estableció en la isla, esta endeudada a la persistencia, a la rigidez y a la robustez de estas mujeres. 
Luis

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